No señor alcalde, no hay que sentirse avergonzado, todos
cometemos errores, todos hacemos de las nuestras de vez en cuando sabiendo que
aquello que hicimos está mal. Lo preocupante es que, aún cuando sabemos que la
estamos embarrando sigamos metiendo las de andar hasta el fondo.
Lo peor de esta situación es que la suya, no ha sido una, ni
dos, sino desde el día en que su posesión fue un hecho; han sido uno tras otro los desaciertos que no sólo nosotros como ciudadanos hemos tenido que aguantar;
sino que toda nuestra ciudad vive las consecuencias de sus
caprichos e inmadureces.
La basura, las calles, los trancones, el pico y placa, las
licencias, los proyectos disfrazados en sofismas para convencer a todos de la
humanidad de una ciudad que convulsiona, son a penas una
muestra del poco valor que como burgomaestre ha tenido, para decir que ha
cometido errores y remediarlos. No sólo soy yo, son muchos los que esperan un
poco de sensatez pero sobre todo de lucidez.
No fue un error elegirlo, fue un error confiar en las
palabras, pero sobre todo no saber que hacer con el poder de elegir; ahora como
Bogotanos tenemos la responsabilidad de soportar cuanta ocurrencia absurda pase
por esa mente que hasta el momento, no logra encontrar un orden lógico para
ideas que ejecutadas de una forma más honesta y honrosa, podrían darle a este
paraíso asfáltico nuevamente la gloria que hasta el día de hoy se ve lejos de
llegar a su ejecución.
Todos cometemos errores, pero sólo le pedimos, que no haga
de su humanidad algo tan deshonroso que simplemente prefiera ser olvidado. No
queremos una Bogotá más humana sólo queremos una Bogotá más digna de ser vivida
nuevamente.
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