miércoles, 14 de noviembre de 2012

En función de una patria que no nacerá


Muchos hablan de la paz, de lo que debe o no hacerse y de lo que el presidente, como representante de todo un pueblo debería ejecutar para llegar al tan anhelado pero esquivo cese del fuego entre los grupos insurgentes y los “defensores” de la patria.
Cabe aclarar por supuesto, que todos aquellos que tanto insisten en meter las narices donde no les han llamado, son los primeros que continúan siendo parte de ese freno de mano que no permite que nuestra patria progrese.

Recordemos bien que, para que exista la paz, no sólo hay que acabar con la violencia de las armas y del atropello de los derechos humanos por parte de los grupos alzados en armas y al margen de la ley, la corrupción, la violación de derechos humanos por parte de los entes gubernamentales representados por las fuerzas armadas, la falta de educación, la falsa ejecución en el mejoramiento del estilo de vida de los colombianos, el asistencialismo y el objetivo perdido sobre los principios que desde un principio nacieron torcidos; el orden y la justicia para todos, debe ser el lugar por donde comencemos a construir un mundo nuevo para las generaciones venideras.

Las mesas de negociación no resolverán nada, mientras el pueblo insista en dejar en manos de terceros la solución que todos por derecho y deber propio tenemos, el elegir con conciencia pero sobre todo, lanzar unos ojos alerta sobre lo que pasa con quienes están en representación de la voz de todos, es el principio y el fin último y con ello; no hay negociación.
Uno no canjea algo que por derecho le pertenece y no sólo a un individuo, sino a todos, ¿Por qué entonces dar beneficios a quienes tanto daño hicieron, hacen y continúan haciendo a un pueblo que no pidió ser representado por las armas y los atropellos? Claro, el perdón y el olvido que en la conciencia de todos, es obvio que no existirá en el corazón de quienes fueron agredidos y usurpados de su paz y su felicidad, y cómo siempre, quedará registrado simplemente por el que todo lo aguanta; el papel.

Pero la realidad es otra, y lo único cierto en esta historia de nunca acabar es que, lograremos encontrar la tan anhelada paz, sólo en el momento en que todos pongamos un grano de arena a este reloj que en algún momento nos cobrará el tiempo perdido en tantas discusiones sin sentido; pero sobre todo, por seguir soñando que el rencor y la envidia dejarán de ser a la naturaleza del hombre lo que el perdón y el olvido a la sapiencia de un ser superior.