Yo agradezco haber nacido con la oportunidad de tener una
visión diferente de la vida, con la oportunidad de dar, recibir e ignorar los
misterios de la pasión humana, agradezco porque hoy día me encuentro rodeada de
un mundo que no comprendo y que discierne de mi en cada sentido de conciencia
que puedo tener.
Crecí con el rechazo, con el miedo y con la finita seguridad
que la gente me haría daño sólo por ser, creer y amar diferente; pero que más
da, existo y sigo en pie luchando cada día por demostrarle al mundo que soy
igual, sólo que prefiero no como muchos y tal vez cómo algunos que hasta el
momento aún siguen viviendo en la sombra.
Puede que no seamos mayoría, pero ¿quien puede serlo cuando
existe una sociedad represiva que agrede todo lo que ignora? Una sociedad que
decide rechazar sólo porque algunos pretenden ocultar la realidad en vez de
amarla y protegerla.
Se trata de conciencia, de respeto, de promulgar la
igualdad, porque no se habla de condiciones, se habla de amor infinito.
Hoy una iglesia represiva que condenaba herejía a la
ciencia, hoy prohíbe y rechaza la existencia de algunos, que como yo, sólo
aman; sí, amamos a todos, pero amamos más a quienes no tienen la oportunidad de
ver un todo sino sólo un pedazo de la realidad. Soy profesional, hija de un
hogar heterosexual, mujer, hija, novia y hasta criada en un hogar católico que
me enseñó la importancia de creer, de tener fe en los demás y de confiar en la
infinita misericordia de una raza que tiende a destruirlo todo.
Y no, no soy un fenómeno, ni estoy enferma, ni soy un
peligro para la sociedad; pero no hay nada más sorprendente que ver que una
institución como la católica vea en un “ciclo rosa” una amenaza para la
integridad de la iglesia, sin embargo ahora me pregunto si ¿no es aún más peligroso
proteger a quienes sin misericordia agreden niños inocentes y ocultan su
pederastia?
Hipocresía, eso es todo lo que veo. Donde miro, sólo hay
temor de aceptar que nuestro mundo cambia a cada instante, veo la ignorancia de
aquel que no se permite la oportunidad de creer y amar sin importar barreras,
preferencias, ideologías y culturas. Ahora sólo espero que como antes, esa alma
mater que me enseño a ver más allá de una simple apariencia, recupere esa
bandera que hasta hace unos días fue violada sólo por el sentimiento de amenaza
que a algunos, les impide entender la vida de una manera más amplia y
misericorde.